miércoles, 15 de enero de 2014

“Aquí siempre hacemos así las cosas “

Comentario sobre la lectura de El Periodista Universal, David Randall.
A mis quince años entré a vivir en lo que podríamos llamar un convento. Vivía con consagradas y estuve ahí, durante tres años, discerniendo si Dios me pedía esa vocación. Recuerdo bien que un día, una chica de mi edad, pero que había entrado un año antes que yo, me enseñaba la casa y cómo funcionaban todos los sistemas prácticos: lavandería, aseos, estudios, etc. La frase “Aquí siempre hacemos así las cosas” la repetía una y otra vez, con esas u otras palabras “nosotras siempre…”, “nosotras nunca…”. Yo, una adolescente sana, por lo tanto rebelde, quería ser diferente, que nadie me dijera cómo era yo, cómo hacía las cosas. No quería que me metieran en un “grupo semántico”, en un molde antes de saber qué era yo o qué quería ser.
Hace unos días leía el libro de El Periodista Universal, de David Randall. Me llenó de paz cuando en medio del miedo que me daba pasar las páginas del libro y ver lo desconocido que es para mí el Periodismo, de pronto encontré una línea, que sí tenía que ver conmigo, ponía literalmente: “Los periodistas odian la frase: Aquí siempre hacemos así las cosas”. Ahí estaba yo. Había algo mío en medio de cientos de consejos que veía casi como amenazas, lo desconocido. (Continuar leyendo)

Unos días antes, había leído un libro que narraba todas las miserias, mejor dicho, imperfecciones, que tenemos los periodistas. Aquí sí que me identifiqué. Pero cuando David Randall me hablaban de técnicas periodísticas, del oficio en sí, temblaba. Cinco años de carrera y tan poco hecho.  Por tomar un ejemplo, las entrevistas. Habré hecho, oficialmente, unas diez en toda la carrera, de las cuales, no recuerdo ninguna de la que me sienta especialmente orgullosa. David Randall dice que el principal consejo es no confundirlas con una conversación. En lo personal, a mí me ayudaría eliminar las etiquetas y clasificaciones. Es un encuentro. Si veo todas las técnicas aconsejadas por Randall para obtener informaciones, creo que las aplico muy bien y espontáneamente en mis conversaciones personales, pero cuando he estado en entrevistas soy demasiado lineal. Yo creo que necesito creerme en una conversación para tener la seguridad suficiente que me permita poner sobre la mesa mis “dotes comunicativas”, que tan bien me funcionan en lo privado. Aunque uno nunca sabe cuál de nuestros “yos” aparecerá en esos momentos. Yo tengo muchos de ellos, que se alternan arbitrariamente. Puede que un día sea muy extrovertida, autosuficiente, casi temeraria y otros, como diríamos en México, “una marica total”.
Fiarme de mis dotes naturales, no es la clave de un buen periodista, como bien advierte Randall, hay que tener cuidado con fiarnos demasiado de nuestras habilidades. “Un error, escribir mentalmente la entradilla mientras se dirigen al lugar del suceso. Puede que sea una entradilla muy ingeniosa o una pequeña obra maestra literaria, pero seguramente dirá más sobre quien la ha escrito que sobre la información en cuestión”, comenta David. Me parece una lección asombrosa, amarga, pero clave, y es que lo más importante es la información, no nuestra firma.
Por esto mismo disfruté el apartado del libro sobre el valor informativo. Da muchos consejos para saber descubrir y buscar las informaciones. Por ejemplo, me desveló un horizonte al afirmar que “una rueda de prensa no es información en sí misma”; O que “las fuentes oficiales tienen poco de noticia, ayudan a contextualizar (…) se encontrará mucho más saliendo de cacería libre”. También, cuando advierte que no hemos de “confundir una declaración con una  noticia. Son solo fuentes, la investigación apenas inicia”.
Y si en verdad lo que valoramos es la información, la forma en  la que la compartimos es clave, porque de nosotros depende que el contenido llegue adecuadamente, si le damos la mejor forma, la más clara para los lectores. Por ello, Randall nos deja claro que “si no se tiene una idea clara, será imposible ocultarlo, además, habrá que cuidar la frescura del lenguaje. Que los textos no se escriban por sí solos, como si los hechos encajaran en un molde”. A él le ayudó mucho una serie de preguntas que George Orwell se formulaba a sí mismo tras escribir un texto, las transcribo a continuación, porque a mí también me han sido de gran ayuda:
1. ¿Qué pretendo decir?
2. ¿Qué palabras sirven para expresarlo?
3. ¿Qué imagen o modismo lo aclarará más?
4. ¿Es una imagen suficientemente fresca como para tener el efecto deseado?
Después de seguir reflexionando sobre el tema, Orwell añadió otras dos preguntas importantes:
5. ¿Podría expresarlo de una manera más sencilla?
6. ¿He escrito algo desagradable innecesariamente?
“Ciertamente, escribir puede ser una tarea ardua. Hay relatos que se dejan de parecer embrollo sin sentido hasta que les dedicamos muchas horas para darles forma;  ocasiones en que nos asalta el pánico cuando el plazo de entrega está próximo y aún tenemos el artículo a medias y mal concebido. Sin embargo, el placer de captar algo, expresarlo con palabras precisas, con nuestras propias palabras, es inmenso (…) es mucho más agradable que trabajar simplemente para ganarse la vida”. En este sentido, Randall cita también a Isaac Singer, quien nos motiva a ambicionar la mejor de las claridades diciendo “la papelera sigue siendo la mejor amiga del escritor”.
Pero creo que la clave está en ser buscador de noticias, de información, de contextos. Si queremos transmitir ideas claras, habrá que tenerlas. Si queremos tener ideas claras, habrá que buscar, sin cansancio, la claridad. Por ello, no hay que temer parecer tontos al preguntar una y otra vez. Randall dice que “los tontos son los que no preguntan y fingen saberlo todo”. Para ello, los periodistas debemos de considerar nuestra intuición como un arma de doble filo, porque nos puede llevar a descubrir grandes cosas, o a conformarnos con ella, la intuición, como criterio de verdad, y no acudir a la contrastación. La intuición es un don para el periodista, pero es solo el inicio del proceso de investigación.
Todo tiene un peligro. El peligro de mucho buscar, es que luego te encontrarás con realidades que no tienes claro si hay que contar o no. Así introduzco un tema del que habla Randall y del cual no termino de estar del todo de acuerdo con su visión, la libertad de expresión. El ve la liberta de expresión como una máxima, todo hay que contarlo. Cree que el periodista universal “rechaza el supuesto que determinados temas no están al alcance de los lectores”. Para mí, la libertad de expresión no es un valor máximo. Si lo llevo a mi vida privada, agradezco que la verdad se me dé progresivamente. Ha habido realidades que ahora acepto positivamente, pero que en otro momento, no habría sido capaz de comprender. Creo que con el ciudadano pasa lo mismo, hemos de custodiar la información, es nuestra responsabilidad.
En fin, no se puede estar de acuerdo en todo, y menos siendo periodistas. Vuelvo a la idea inicial, los periodistas odian la frase: Aquí siempre hacemos así las cosas.
Considerando sus pros y sus contras, creo que en conclusión esta lectura, ha sido muy positiva para mí. Me llenó de dudas e inquietudes sobre el periodismo, y sobre todo, de muchas ganas de resolverlas. Por ejemplo, no se aún cómo funciona el periodismo de investigación en la práctica. ¿Hay un puesto el periódico como tal? Porque si eres un redactor ordinario, con las tareas del día a día te puedes enviciar. Hay espacios y fechas que cumplir. Me apetece mucho saber cómo se aterrizan todos estos consejos y motivaciones para ir siempre a más en las investigaciones.
Hace apenas unos meses pensaba que lo primero que tenía que hacer al terminar la carrera era estudiar un Master y especializarme. Ahora creo que necesito equilibrar mi experiencia académica, con una “probada” de la profesión como tal. Quiero ejercer y aparcar por ahora mis planes de hacer un Master, al menos hasta que solidifique un poco más mis intereses. No puedo elegir el tema en el que me deseo especializar a tan corta edad, necesito madurar mi vocación con un toque de realismo profesional. Además, Randall aconseja “no especializarnos demasiado o perderemos la perspectiva de los lectores”. No solo me preocupa la temática, también la ética periodística llevada ya a mi propia experiencia personal, quizás Randall tiene razón, al afirmar que hay muchos factores que “determinan nuestra ética: sueldo, competencia, cultura del Periódico”.
De lo que estoy segura es de que hay cosas que no han cambiado ni cambiarán. Concluyo esta lluvia de reflexiones con las mismas palabras que Randall su libro: “la información se podrá transmitir sobre papel, a través de ondas, mediante cables de fibra óptica, vía satélite o por telepatía, pero, en todo caso, alguien tendrá que filtrarla, investigarla, comprobarla, cuestionarla y presentar unos resultados tan dignos de confianza como sea posible. ¿Y quién se encargará de esas tareas? ¿El tecnólogo universal, el burócrata universal, el estudioso de los medios universal, el político universal, el hombre de negocios universal? ¿O el periodista universal?

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